Con tres millones de habitantes, Armenia ha ganado los dos últimos campeonatos mundiales de ajedrez masculino, superando a rivales como Rusia, China y Estados Unidos. ¿Cuál es el secreto?
No hablo una palabra de armenio, y el primer hombre que conocí en Armenia tampoco hablaba una palabra en inglés.
Era el taxista que me recogió en el aeropuerto.
"David", le dije, señalándome a mí mismo. "Tigran", dijo él, estrechándome la mano. "Tigran Petrosian".
Parece una extraña coincidencia. En 1963, Tigran Petrosian derrotó a Mijail Botvinnik y ganó el título mundial de ajedrez.
Para los occidentales era un soviético derrotando a otro. Los soviéticos utilizaron el ajedrez para mostrar la superioridad del comunismo sobre el capitalismo y montaron una eficiente fábrica de ajedrecistas que producía prodigios como si fueran salchichas.
Pero los armenios no tenían esa percepción. Para ellos, Petrosian era, por sobre todas las cosas, un armenio.
Obsesión natural
Decenas de miles de personas se reunieron en la Plaza de la Ópera de la capital, Ereván, para ver las movidas -transmitidas desde Moscú- reproducidas en tableros gigantes.
El resultado desató una ola de fervor patriótico. Ese mismo año John F. Kennedy fue asesinado.
"En Estados Unidos todos recuerdan dónde estaban cuando mataron a Kennedy", me dice un hombre. "Aquí en Armenia, todas las personas de cierta edad se acuerdan del momento exacto en que Petrosian ganó el título mundial".
Desde aquel momento, el ajedrez se convirtió en una obsesión natural.
Mi chofer no fue el único Tigran que conocí.
Tigran es un antiguo nombre armenio. Tigran el Grande construyó un gran imperio aquí en la época romana.
Pero desde las conquistas ajedrecísticas de Tigran Petrosian, los hombres con ese nombre se multiplican.
Tigran Xmalian es un director de una película que utiliza el ajedrez para relatar la historia moderna de Armenia. Es un relato trágico.
Un hecho clave de esa historia ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. Cerca de un millón de personas -algunos dicen que más, otros que menos- fueron masacradas o murieron de cansancio mientras eran deportadas forzosamente por los turcos otomanos.
Desde fines de la década de 1980, Armenia ha vivido un terremoto catastrófico, una guerra con Azerbaiyán y un colapso económico. Según Tigran Xmalian, el ajedrez ofrece esperanza, la oportunidad de salvarse. Es que en el ajedrez -dice- todos los peones pueden convertirse en reinas.
Más tarde conocí al presidente de la Federación Armenia de Ajedrez. Me llevó meses concertar esa entrevista.
Puede sonar extraño, hasta que uno se da cuenta de que en su tiempo libre ese hombre es el presidente del país.
Su gabinete está compuesto por dos Tigrans: el primer ministro y el ministro de Finanzas.
El Estado ofrece entrenamiento gratuito para los jugadores más prometedores y garantiza un salario equivalente al sueldo promedio para todo armenio que alcance el título de gran maestro.
El presidente planea incorporar el ajedrez a los programas escolares.
"No queremos que el mundo conozca a Armenia sólo por el terremoto y el genocidio", me dice el presidente, Serge Sarkisian. "Preferimos que el país sea famoso por el ajedrez".
Casa del ajedrez
En el centro de Ereván hay un edificio imponente de cuatro pisos de la era estalinista, donde cualquiera puede ir a jugar una partida rápida de unos pocos minutos o una competencia más concienzuda de varias horas.
Algunos jugadores golpean las piezas contra el tablero como si fueran trozos de carne; otros las deslizan con cuidado, como si fueran de porcelana.
Los hombres (casi todos son hombres) varían desde los que son jugadores de nivel internacional hasta lo que en el ambiente del ajedrez se conoce como patzers - aficionados inútiles.
El edificio se llama Casa de Ajedrez Tigran Petrosian, y en su interior se oyen muchas historias sobre por qué los armenios se destacan en este deporte.
Secretamente, y a veces no tanto, muchos dicen que la verdadera razón es que los armenios son más creativos, más lógicos y, por fin, más inteligentes que los demás.
Celebridades
Durante un torneo internacional en el balneario de Jermuk, en medio de áridas montañas, conozco a otro hombre más llamado Tigran Petrosian.
No es pariente del legendario ajedrecista armenio, pero cuando Petrosian ganó el título mundial -cuenta este Tigran- su padre soñó que si tenía un hijo lo llamaría Tigran.
El chico fue criado para ser un gran maestro de alto nivel, uno de los conquistadores armenios del mundo.
Alegre y regordete, no tiene pinta de sex symbol, pero en Armenia los ajedrecistas son celebridades.
Un espectador me cuenta que el jugador número uno de Armenia, Levon Aronian, es el equivalente nacional del británico David Beckham. Incluso tiene la misma estudiada barba de tres días. Las chicas jóvenes y los aspirantes a ajedrecistas lo persiguen en busca de fotos y autógrafos.
Un espectador me cuenta que el jugador número uno de Armenia, Levon Aronian, es el equivalente nacional a David Beckham. Incluso tiene la misma estudiada barba de tres días
En Jermuk, una multitud se congrega en la plaza donde las jugadas se reproducen en tableros gigantes. Sentados, algunos hombres de edad avanzada discuten las jugadas apasionadamente mientras el sol del mediodía se refleja en sus cabezas.
El torneo se llama Tigran Petrosian. El campeón mundial, que murió hace dos décadas, cumpliría 80 este año.
Tigran Petrosian, el joven, espera formar parte del equipo armenio que defienda la medalla de oro en 2010.
"El nombre me da buenos presentimientos", dice.
"Pero el problema es que con este nombre todo el mundo pretende que gane todos los partidos. Es demasiada presión".
David Edmonds
BBC, Armenia
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